Culpable

23 diciembre, 2011
Pasaba por allí casualmente justo cuando la justicia y la injusticia situadas en el cénit de su infinita y eterna guerra - puta guerra - se batían en duelo por sus derechos. Un error de cálculo me teletransportó a este extraño lugar sin darme cuenta de nada, y allí, en medio del ruido de espadas y lanzas al chocar me perdí en el miedo y el temor, y me quedé totalmente bloqueado. ¿Por qué algunas personas se toman como propias palabras de rabia impulsiva destinadas al viento sin más receptor humano que tus propios oídos como desahogo de un instante de asesinato al mensajero de turno? La suerte y la mala suerte también pasaban por allí, pero ellas no libran batallas cruentas, ellas conviven en paz y armonía, su actividad se limita a permanecer flotando en el aire encadenadas al cielo por un fino e invisible hilo que se rompe muy fácilmente, más fácilmente en un campo de batalla. Y si estás allí, que estás, corres el riesgo o la gloria de que una de las dos te caiga encima, cara o cruz ... salió cruz. Lo bueno y lo malo de repente ya no entienden de distancias, hay un juicio efímero y fugaz sin darte tiempo a digerir nada. Visto para sentencia, con un contexto totalmente desenfocado al que ya a nadie le importa. Y es tarde para medir importancias porque a nadie le importan. La policía de lo correcto te vendrá a buscar sin remedio, vendrán y lo sabes; empieza la espera y durante este tiempo estas totalmente jodido y en manos de Dios, si es que existe, que hoy si. Al menos me queda el poético consuelo de poder demostrarle al gran Albert Einstein que sin duda Dios si juega a los dados con el Universo.