Como cada año en estas fechas la gente entra en trance para disfrazarse durante diez días de buenas intenciones. Me choca sobre todas las cosas esta transformación porque la mayoría de esas personas ni siquiera son creyentes, y aunque pocos hablen de ello, la Navidad es una celebración básicamente religiosa. Tampoco deja de sorprenderme que un jefe cabron o un compañero trepa me deseen feliz Navidad y feliz año cuando ellos son parte importante de mi infelicidad anual. En tercer y último lugar, me alucina como con la finalizacion de las fiestas, todo, absolutamente todo, vuelve a la normalidad sin que nadie haya cambiado nada. Y con el paso de los meses te vuelves a encontrar con las mismas idioteces del personal que por costumbre ya han dejado de influirte de una forma trascendente. Y es que es así, volver a empezar para acabar igual año tras año. Y mi única esperanza, es que al menos yo, cada año, no dejo de sorprenderme.
0 comentarios:
Publicar un comentario