Parecía que tenía una vida muy cercana a la perfección. Sé que trabajaba en un gran trabajo con un gran sueldo el cual lo había estado protegiendo toda su vida laboral bajo un modelo de existencia de aceptación social importante y muy lejos de una puta crisis de la que él solo había escuchado hablar a mucha gente que estaba dentro de su televisor, un concepto extraño que nunca había podido ni ver, ni oler ni por supuesto, tocar. De hecho 3 sentidos ausentes le hacían sospechar que simplemente era un virus más al cual era totalmente inmune. Preciosa mujer y encantadora hija de ojazos azules que le recordaban aquellos veranos en el Caribe paradisiaco así se sentaba en el trono de su palacio a observar un reino con forma de bonito chalé de piedra importada de Cánada sin una sola imperfección. Y tantas cosas parecían perfectas en él y en su fantástica vida económica que simplemente empezó a jugar con el tiempo como un pasatiempo más. Empezó a coleccionar días perfectos que luego fueron meses y más tarde incluso años. Y todo, absolutamente todo, lo veía perfecto. Pero se olvidó que el tiempo no tiene prisa, se olvidó de que el tiempo es un cabrón que te mata muy despacio siempre seguro de su cierta victoria, y cuando en su colección de tiempo ya no pudo pegar más segundos, simplemente se fue a dormir con una extraña sensación. Sensación que al depertar la sintió atroz hasta el punto de que empezó a ver todo diferente sumido en el impulso de una simple imperfección que estaba pasando por su vida. Con el tiempo llegó el miedo, el pánico, la inseguirdad. Y al final se dió cuenta de que era el tiempo el que coleccionaba vidas, no al revés y simplemente desapareció. Y ya nadie volvió a saber nada más. Y mientras el tiempo se regocijaba en su nueva victima, el olvido se instaló en una existencia que un día fue envidiada, pero que ya no.
Hace poco me contaron que creyeron verlo muy lejos en un viaje a Oriente. Totalmente desaliñado y vagabundeando entre el tráfico pedía monedas exhibiendo una gran sonrisa mientras cantaba y bailaba. Me contaron que se había vuelto loco, que quizás por eso se había marchado. Pero yo no me lo creo, la locura es algo diferente a como era el. Yo creo que simplemente encontró la felicidad al perderlo todo. A menudo tememos perder cosas, y vives bajo la influencia de algo que quizás no ocurrirá jamás, pero si ocurre y al final lo pierdes de verdad, descubres que no ha pasado nada grave. Que simplemente te has liberado de una gran carga y que por fin puedes descansar en paz. Aunque sin duda es mucho mejor ser consciente de la imperfección cada día, de tu imperfección. Porque entonces ni vives con miedo, ni necesitas aprender a perder cosas. Simplemente disfrutas de la imperfección. Y así gracias a ella nos quedamos para siempre y jamás huimos. Jamás desaparecemos. Pero sobre todo, porque gracias a ella aún sonreímos.
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