El riesgo

24 agosto, 2011

Cuando lo has perdido todo durante un rato, el transcurrir de los días que preceden al nuevo renacer, pueden servir perfectamente para agudizar pensamientos y vivencias de otra manera, que ademas no cuesta un duro y la nada lo entenderá con mejor criterio. Puedes llegar a pasarte unos cuantos cientos de minutos analizandote a ti mismo en el seguro regazo del vacio, e incluso analizando a los demás; práctica humana de gran adicción aunque nada recomendable si lo haces en voz alta, que no es el caso. Fruto de este estado te puedes dar cuenta a veces de que ya desde el primer día de todos nuestro lugar en el mundo viene impuesto con un carné de identidad o por una familia que empieza a decirte en voz alta, incluso antes de tener razocinio, los estatus sociales primeros, que por supuesto son los miembros de esa familia, cualquier familia. Mira al tio, escucha a la abuela, se rie más conmigo ... un sin fin de sonidos y voces, ¿ruidos? Que de alguna manera el subconsciente de un bebé debe absorber como norma abstracta que esperará por él el tiempo que haga falta, importante con el paso de los años, fundamental cuando llega la voz de la conciencia y ya está todo hecho y dicho cuando empiezas a hacerte escuchar. A partir de ahí comienza el riesgo, y esto ya lo impone tu forma de ser, los miles de errores que podrás, que debes cometer. Alentador descubrir décadas después de que este riesgo es al final lo que ha marcado tu vida con propia identidad sin imposiciones ni normas, por mucho que no se logre entender desde fuera. Aunque de repente, ya con la idea fabricada, por un pequeño y absurdo detalle, te das cuenta de que no todo es tan cierto en tu razonamiento. Que ya con meses vivías en las alturas de quién te cogía o de quién te lanzaba al aire jugueteando, por ejemplo, de que quizás el riesgo de otros puede ser el tuyo de alguna manera, pues ya está contigo, incluso antes de haber existido.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El peligro del riesgo innato, compartido desde el inicio, el que yo asumo y el que me imponen, me da las claves, si bien no siempre acierto en cómo llevarlas a la práctica. La venerada soledad del individuo, entendida como aquello que me hace diferente al resto, la que me lleva a adentrarme en mis entresijos mentales, la que me conforma. Y sin embargo no consigo concebirme sin las ondas que mis pies generan sobre mi entorno al caminar, esas de las que soy plenamente consciente cuando los “ruidos” pasan a un segundo plano y me concentro en el camino. Pero hay ocasiones en las que, incluso en silencio, no soy capaz de percibirlas. Y es instantáneamente o tiempo después de iniciado el trayecto o cuando me paro o me paran, que me vienen de rebote sus ecos, a veces de frente, otras por la espalda, a traición, o por despiste, pero siempre para que pueda comprender que sigo siendo uno entre billones y que una vez nacida también hago de mis riesgos los riesgos de los demás. Inevitablemente he sucumbido a las leyes de la vida en sociedad. Y aún sigo buscándome entre la multitud.
Gracias por darme siempre material para mis voraces neuronas.
Un placer visitarte, como siempre.
Paula

magofez dijo...

Pues después de haber leído tu genial reflexión tengo la impresión de que te estoy visitando yo a ti. Incontestable. Gracias ...

Despedidas Vigo dijo...

Tengo que decirte que muy buen blog.
Lo sigo a veces y me gusta como escribes.

Enhorabuena


PABLO

Despedidas soltera Vigo dijo...

El peligro es cierto es innato del riego.
Pero en el riesgo esta el exito.
Quien no arriesga no gana.