Cuando se mira hacia atrás después de un largo día, semana, mes o incluso - como aquí y ahora - un largo año se da uno cuenta de que el término 'largo' de repente ha perdido todo su valor. Y ese día, semana, mes o año parecen haber tenido la misma duración volviendo a perder de nuevo todo su valor, pero esta vez a lo grande, porque incluso las unidades de medida del tiempo parecen totalmente absurdas. Se recurre sin vacilar entonces a alguno de los estúpidos tópicos inventados por algún demente realista de esos que hundieron a los grandes genios por miedo a los cambios, por la necesidad humana de encontrar una explicación lógica y normal y poder así seguir adelante sin inmutarse; es cuando dice, por ejemplo, que el tiempo pasa volando. Siempre ha sido fácil para algunos juzgar el pasado una vez sucedido dentro de la lógica, aunque yo por mucho que lo intente todavía no logre hacerlo, por suerte. La humanidad siempre ha sido hábil para estas cosas, entre otras miles de millones de excusas parecidas. El caso es que después de un largo año no encuentro gran diferencia en casi nada, hablando en tercera persona, evidentemente. El tiempo ha vuelto a pasar y las cosas en general siguen igual de mal, igual de jodidas para la mayoría en esta extraña civilización humana de la que a veces me gustaría no formar parte. Yo creo que el problema esta situado en algo muy simple, en que se mide mal el tiempo y que en realidad no es ni siquiera necesario el medirlo, pues es un término totalmente absurdo. De hecho, si se vuelve a mirar hacia atrás, pero mucho más lejos, en primera persona, es fácil ver de que las contadas personas que consiguieron cambiar algo de verdad lo hicieron muy rápidamente, en un simple instante y sin mayor dilación o tardanza en el tiempo. Al día siguiente todo había cambiado, tras ese segundo de gloria. Y esa es la diferencia, que las cosas grandes suceden en un simple segundo, no en un puto año. Quizás el 2011 nos brinde un segundo de estos, yo no pierdo la esperanza, también tengo mis excusas.