Arrojándose al vacío a gran velocidad se sitúo rápidamente en un lugar fácil y accesible y utópico y lejano y surrealista; y pensaba mientras caía en su propio mundo pasado mezclando los tiempos y escogiendo los espacios al azar hasta dar con un tema inolvidable dentro del tedioso mundo laboral del que se había arrojado a la invisibilidad. Pensaba en su mesa de trabajo, en su pantalla, en su silla, en sus compañeros, pensaba en ese lugar donde todos ellos lo miraban cada diceiséis horas, donde él mismo no se podía mirar cuando se desplazaba físicamente de el. Y descubría así su invisibilidad en su descenso, nunca es tarde. Dentro de nada tampoco estaré yo aquí y seré más invisible aún, y dentro de 1000 años los que existan, si es que llegan a exisitir, todavía no han nacido y también son invisibles hoy. Es lo que tiene tirarse un 11S desde la planta 190 de una gran torre situada en una pequeña isla, que hasta el tiempo y el espacio carecen de sentido, que solo un desvario acudiría a tu rescate para hacerte invisible a todo e incluso a todos; lo esencial es invisible a los ojos.