Si te quedas realmente quieto y miras a la vez puede ser que a veces veas algo. Son momentos efímeros y extraños llenos de irrealidad, momentos no obstante llenos de realidad, en eso consiste casi todo, en un equilibrio de antítesis. La conciencia de estar vivo es tan rarita que lo lógico y normal es acabar por vivir despistado de uno mismo casi todo el tiempo, o mucho tiempo, o algún tiempo. Siempre quedan esos segundos de contemplación para de vez en cuando quitar importancia a casi todo, pues no la tiene real o irrealmente, y lo que es mucho más importante en esta entrada, no la tuvo jamás. Resulta agradable eso de cruzarte con alguien que en el pasado estaba en medio de algún suceso compartido y sonreír ambos casi a la vez. Esta vez fue un antiguo jefe, el cual, sin que sirva de precedente, me caía, me cae bastante bien. En su día era el responsable de un viaje laboral que me tuvo en Francia durante mes y pico. Allí hubo problemas importantes de convivencia entre los que estábamos 'inconviviendo' y él medió entre el personal, evidentemente no consiguió absolutamente nada, no hay nada más imposible en esta vida social que el tratar de unir a gente incompatible. Ha llovido muchísimo, pero al cruzarme con él hace un rato he sonreído y ha sonreído, sin más. Me gustan estos rollos que pueden ocurrir casualmente a golpe de lunes de diciembre, de lunes lluvioso, de lunes de otro tiempo, en otro país.