Cuando lo has perdido todo durante un rato, el transcurrir de los días que preceden al nuevo renacer, pueden servir perfectamente para agudizar pensamientos y vivencias de otra manera, que ademas no cuesta un duro y la nada lo entenderá con mejor criterio. Puedes llegar a pasarte unos cuantos cientos de minutos analizandote a ti mismo en el seguro regazo del vacio, e incluso analizando a los demás; práctica humana de gran adicción aunque nada recomendable si lo haces en voz alta, que no es el caso. Fruto de este estado te puedes dar cuenta a veces de que ya desde el primer día de todos nuestro lugar en el mundo viene impuesto con un carné de identidad o por una familia que empieza a decirte en voz alta, incluso antes de tener razocinio, los estatus sociales primeros, que por supuesto son los miembros de esa familia, cualquier familia. Mira al tio, escucha a la abuela, se rie más conmigo ... un sin fin de sonidos y voces, ¿ruidos? Que de alguna manera el subconsciente de un bebé debe absorber como norma abstracta que esperará por él el tiempo que haga falta, importante con el paso de los años, fundamental cuando llega la voz de la conciencia y ya está todo hecho y dicho cuando empiezas a hacerte escuchar. A partir de ahí comienza el riesgo, y esto ya lo impone tu forma de ser, los miles de errores que podrás, que debes cometer. Alentador descubrir décadas después de que este riesgo es al final lo que ha marcado tu vida con propia identidad sin imposiciones ni normas, por mucho que no se logre entender desde fuera. Aunque de repente, ya con la idea fabricada, por un pequeño y absurdo detalle, te das cuenta de que no todo es tan cierto en tu razonamiento. Que ya con meses vivías en las alturas de quién te cogía o de quién te lanzaba al aire jugueteando, por ejemplo, de que quizás el riesgo de otros puede ser el tuyo de alguna manera, pues ya está contigo, incluso antes de haber existido.