Dientes

18 junio, 2011
Es curioso contemplar tu propia vida desde la tranquilidad que te da un fin de semana de esos que tienes libre. Necesario para expulsar estupideces sanas. Venía yo pensando ayer sobre las cinco, recien salido de la oficina consciente de que hasta el lunes no habría más 'laboro' en mi sufrida dentadura. La historia es larga y no tengo tiempo ni espacio, pero puedo resumirlo todo en un diente de leche que estuvo ahí hasta hace pocas semanas por culpa de que el diente destino jamás supo encontrar el camino de la libertad, con lo cual se quedó retenido donde nunca debió quedarse, pero que se quedó para tortura individual. Era un caso abierto desde hace muchos años con un destino cierto, el desastre. Y al final el diente de mentira que nos presta la naturaleza terminó sus días hincando un bocata de jamón asado con queso, y ahí es donde empieza esta entrada, aunque ya lleve escritas unas cuantas letras. Su ausencia me ha llevado al dentista obviamente, y a un diagnóstico simple pero complejo, pues para subsanar el desastre es necesario extraer al cobarde para suplirlo con otra mentitra atornillada en mi mandíbula superior tras cirujía extraña pero no demasiado compleja. Resumiendo, que ayer me dije por fin 'estoy hasta los cojones del puto diente' y ese extraño comentario me ha llevado a escribir esto; ¿qué diente? Moraleja: es curioso observar como lo que no es puede llegar a ser tan influyente como lo que es. No subestimemos a la nada.