Sentado en la mesa esquinada de un bar de mi ciudad que da a una amplia terraza que en verano está a tope muy cerca de mi trabajo esperaba una salida para poderme marchar, espero una salida para poderme marchar. Cuantiosos gritos perturbaban mi concetración y espera. Entiendo un café o una caña esporádica con esos gritos, un día, dos ... no entiendo horas de una tarde en un bar que dá a una amplia terraza que en verano está a tope muy cerca de mi trabajo, de esas para esperar una salida para poderte marchar. No entiendo a este tipo de padres, madres extraños y extrañas bajo mi entender y sobre todo muy cuantiosos y que que ejercen su paternidad y maternidad - a menudo, demasiadas veces, días - en este, en otro, y en todo tipo de bares. No entiendo niños corriendo entre las mesas y no entiendo bares con tanto grito. Yo no recuerdo ninguno en mi infancia, será por eso. Pero bueno, quién dice bares dice un sinfín de cosas, quién dice niños, y gritos, pues también.